- Seré fría - pensó el agua, y se volvió hielo, entumeciendo las manos que la esperaban.
- Seré ligera - volvió a pensar el agua, que se convirtió en vapor, escapándose en todas direcciones.
Finalmente, el agua decidió seguir siendo la cascada que se escurría, suave y lentamente, entre los dedos.
A veces, ni la historia puede.